domingo, 26 de abril de 2020

Esta, me dijo un amigo a quien le di a leer este escrito, es una reflexión más desde lo social que desde lo jurídico. Bueno, vale, en el fondo mi motivación es más sentimental que legal. Las redes son cada día más el escenario en que nos encontramos para debatir. La cultura del debate va calando entre nosotros poco a poco. El camino es tortuoso y en parte desconocido, pero vamos acomodándonos.
La discusión en torno a los reportajes diarios sobre la detención de personas por hechos delictivos cometidos en esta etapa es hasta ahora menor de lo que pudiera esperarse, pero existe, y creo que no debemos rehuirla.
He leído muchas opiniones de colegas juristas, algunos conocidos, incluso amigos, y otros a los que no conozco. A todos les respeto su derecho a expresarse, coincida o no con sus pronunciamientos. He aquí la mía. Tal vez más larga pero, aclaro, no más válida que las demás.
No me considero lo que se dice un Constitucionalista en el sentido erudito del término, aunque sí en el laboral, pero no me gusta el calificativo, porque siempre prefiero reservar esas calificaciones para los que verdaderamente investigan y hacen aportes a la ciencia del derecho, y no para los que meramente las trabajan y yo estoy, he estado, entre los segundos.
El llamado que pudiera hacer sobre este tema es, en primer término, a eliminar la estridencia. De larga data es el trabajo que los juristas realizamos junto a los periodistas para, juntos, encontrar la mejor manera de reportar y tratar en los medios las noticias y temas relacionados con el derecho. Juntos, vamos avanzando poco a poco, y es innegable que se ha ganado mucho. No hemos llegado al estado deseado pero no falta la voluntad, aunque ésta de ahora quizá no sea la etapa más adecuada para evaluarnos, en medio de una dinámica social que nos supera.
Por tanto, considero que no deberíamos opinar como si ya hubiéramos llegado a nuestra meta y ahora alguien se propusiera retroceder. Es algo en lo que vamos ganando calidad y seguimos todos los días mejorando, poco a poco, por lo que las situaciones específicas deben ser evaluadas con serenidad, mesura y paciencia, enfocados en el objetivo final y no en momentos puntuales que pueden complacernos mas o menos, pero que no deben desviarnos ni desalentarnos.  
En segundo lugar, considero, con la venia de mis colegas, que aquí hay una cuestión elemental de respeto. Lo que está ocurriendo no es el actuar aislado de un periodista o el medio de prensa al que pertenece. Es una decisión de Gobierno, un acto de hecho, una medida pensada, meditada, coordinada y aplicada por la dirección del país, con objetivos y propósitos que han sido explicados, y como ciudadanos debemos respeto y acatamiento a esa decisión.
No digo que no pueda discreparse, lo que opino es que, una vez evidenciada esa voluntad estatal, explicada y fundamentada, aquellos de nosotros que confiamos en este Gobierno, que participamos de su elección, que esperamos del mismo respaldo a nuestras aspiraciones e intereses, le debemos lealtad y respeto, y se espera de nosotros que expresemos nuestras opiniones en una medida, forma y vía que evidencie esa lealtad y ese sentimiento.
Tal como se hace con un amigo, el enfoque con respecto a los actos de un gobierno que uno dice querer, respetar, seguir, tiene que ser integral, y no caben los extremismos, las críticas viscerales, el distanciamiento, la rabia que se percibe en algunos que, al parecer, no se dan cuenta que es el mismo gobierno, el mismo Estado, que está haciendo lo indecible por este pueblo.
El sarcasmo, el hipercriticismo, la actitud de francotiradores esperando cada acto, cada decisión, cada situación, para disparar nuestros dardos, no son correctas en este momento, e insisto en que hablo de quienes somos leales a la manera en que este país es dirigido, no a los adversarios, enemigos y detractores, de quienes por lógica no esperaría ese compromiso.
En tercer lugar, opino que no podemos obviar que el país está en una Situación Excepcional. No sigo con total asiduidad las noticias y no se si ha sido declarada con toda la oficialidad que merecería, pero es obvio, evidente, notorio, que, de facto, estamos en una situación excepcional, con las implicaciones jurídicas que de la misma se derivan. No en balde el país en todas sus demarcaciones político administrativas está siendo dirigido por los Consejos de Defensa.
Lamentablemente, la nueva Ley de Defensa y Seguridad Nacional, acorde con la actual Constitución, aún no ha sido promulgada, y está en el cronograma legislativo prevista para diciembre de este año 2020, aunque no sabemos si será posible cumplir ese propósito.
No obstante, tanto la Constitución actual como la Ley de Defensa Nacional vigente, ofrecen un respaldo normativo a esta situación que, si bien será sin dudas perfeccionado, incluso tomando en cuenta las actuales experiencias, no resulta insuficiente.
No podemos ignorar que la actual Constitución de la República regula, en su artículo 224, que en el tiempo que dure esta situación, la Ley determinará los derechos y deberes cuyo ejercicio debe ser regulado de manera diferente, algo, por demás, típico de esta figura Constitucional.
La Ley a la que se refiere, a falta de la que aún está por promulgarse, está vigente, y expresa, a su vez, en su artículo 10, inciso f), que el régimen de detención de las personas es uno de los derechos que pueden regularse de manera diferente en situaciones excepcionales, refiriéndose al previsto en el artículo 58 de la anterior Constitución. ¿Qué decía ese artículo?, decía, entre otras cosas, que “Nadie puede ser detenido sino en los casos, en la forma y con las garantías que prescriben las leyes”
Entonces, si algo tan intrínseco al debido proceso como es los casos, la forma y las garantías para detener a una persona, puede ser modificado en situaciones excepcionales, podemos inquietarnos o disgustarnos por lo que vemos en los reportajes de marras, pero es desleal e injusto enfocar nuestras críticas dando la sensación a quienes no conocen las normas jurídicas, que el Gobierno de este país está cometiendo arbitrariedades y violando nuestros derechos sin ton ni son. No es así y no debemos hablar como si lo fuera.
Si de algo puede darse con una piedra en el pecho la dirección actual de este país, es de tener una preocupación casi obsesiva con dotar a nuestra patria de un ordenamiento jurídico moderno y adaptado a nuestras realidades. Nadie con buena voluntad puede dudar de eso.
Después, cuando todo termine, el Consejo de Defensa Nacional rendirá cuenta a la Asamblea Nacional del Poder Popular de sus decisiones y su gestión durante esta etapa, porque así lo dicta también la Constitución.
Puede parecernos excesivo que se identifique por su nombre y su rostro a las personas, que se les interpele ante las cámaras, que se les someta al escarnio público sin haber sido juzgadas, y sobre eso les corresponderá evaluar a los que toman esas decisiones cómo podríamos haberlo hecho mejor sin sacrificar el objetivo, pero a los juristas nos debería hervir la sangre también ante el malnacido que se roba la comida de los ancianos y los discapacitados para lucrar, o al que, hoy, mientras miles de cubanos nos esforzamos en salir de esta pandemia y en ayudar a otros pueblos, se roba nada menos que un camión de sacos de arroz.
Nos puede doler que el periodista se sienta fuerte interrogando una mujer hasta la lágrimas o avergonzando ante millones a otra que, aún con nasobuco, se aprecia que podría ser su madre, y a él le corresponderá la evaluación ética del pueblo y de sus colegas, pero también tienen que dolernos los ancianos sin otras posibilidades, a los que no les llega la comida que el Estado les destina, o los ciudadanos, nosotros mismos, que en medio de la escasez somos víctimas de ladrones, coleros, revendedores y desvergonzados. Es ese el bien mayor que el Gobierno ha ponderado al decidir divulgar de esta manera los hechos delictivos y sus autores. Y al Gobierno y sus asesores, juristas, periodistas, le corresponde analizar a diario la manera de hacerlos con mayor calidad cada día.
Ese ejercicio de publicidad de un acto al que no estamos acostumbrados es perfectible, pero busca prevenir y evitar conductas que nos afectan a todos. Podemos buscarle la quinta pata al gato, pero no olvidemos las otras cuatro patas que están ahí para recordarnos que este país es muy difícil de gobernar mientras una parte de nosotros insistamos en robar, malversar, aprovecharnos del prójimo sin pensar en nada más.
Para defender derechos, parafraseando al poeta, cualquier momento es bueno para comenzar y ninguno es tan terrible para claudicar. No le reprocho a nadie que lo haga y por mi profesión nunca claudicaré.
No estoy diciendo que yo, si me tocara decidir, lo haría de esa misma manera, ni que pienso que en condiciones ordinarias debería hacerse de la misma manera. Estoy llamando a que reconozcamos que estamos en una situación excepcional, en lo mas parecido a una guerra que hemos estado en 60 años. Y eso es decir mucho para los cubanos. Solo les pido a mis colegas, respetuosa y humildemente, objetividad, mesura y respeto ante un Gobierno que lo merece, que sin duda alguna está dando muestras de que piensa primero en nuestro bien que ninguna otra cosa. ¡Sin duda alguna!
¡Tengamos sentido del momento histórico!